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Dublin -
Irlanda
enero de 2007
Dublín (en irlandés: Baile Átha Cliath) es la capital y la ciudad más grande de
la República de Irlanda, ubicada cerca del centro de la costa este de Irlanda,
en la boca del Río Liffey y en el centro del Condado de Dublín. Originalmente
fundada como el centro del comercio Vikingo de esclavos, la ciudad ha sido la
ciudad capital de Irlanda desde la Edad Media.
La ciudad consta del área del Consejo de la Ciudad de Ath Cliath /Dublín junto
con suburbios contiguos en el Condado de Ath Cliath /Dublín. Éste último está
subdividido en los condados administrativos de Dún Laoghaire-Rath an Dúin/Rathdown,
Fine Gall/Fingal, y el Consejo del Condado de Dublín Sur. El Gran Área de Dublín
consiste en la Ciudad de Dublín y el Consejo junto con los condados contiguos de
Kildare, Meath, y Wicklow.
La población de la ciudad propiamente era de 495,781 en el censo del 2002. Más
allá, en el mismo censo, la población urbana (conurbación) era de 1,004,614, la
población de la ciudad y condado del Condado de Dublín era de 1,122,821 mientras
que en el Gran Área de Dublín tenía 1,565,446.
Dublín contribuye con 60.000 millones de € del PIB Irlandés. Una persona de
Dublín es conocida como dublinés.
Imagen de la guerra irlandesa-inglesa (1916-1921),
luchando en la calle en
Dublin, 1916.
En
el año 1695, entraron en vigor duras leyes penales conocidas como Popery Code,
por las que se prohibía a los católicos comprar tierras, criar a sus hijos
dentro de su religión y tener acceso a las fuerzas armadas y al Derecho. También
se prohibió la cultura, la música y la educación irlandesas. Sin embargo, esta
civilización consiguió salir a flote gracias a la celebración de misas secretas
y escuelas ilegales al aire libre, estas últimas conocidas como Hedge Schools. A
pesar de todo, hacia el año 1778 sólo el 5% de la tierra estaba en manos de los
católicos. A finales del siglo XVIII, la pequeña nobleza protestante, alarmada
por el nivel de agitación social que se vivía, prefirió sacrificar lo poco que
quedaba de la independencia del territorio a cambio de la seguridad británica y,
mediante el Acta de Unión de 1800, Irlanda se unió políticamente a Gran Bretaña.
La formación de la Asociación Católica, por parte del líder popular Daniel
O’Connell, proporcionó una limitada emancipación a los católicos, que no pudo
continuar ampliándose debido a la tragedia de la Gran Hambruna (1845-1851); ésta
se generó a causa de la pérdida casi completa de la cosecha de patata durante
esos años, en los que Irlanda se vio obligada a exportar alimentos de
Inglaterra, y desembocó en el inicio de una emigración que ha continuado hasta
prácticamente nuestros días.
Las sangrientas repercusiones del levantamiento de Dublín de 1916, conocidas
como Revolución de Pascua, donde las fuerzas nacionalistas fueron aplastadas,
añadieron impulso a la lucha por la independencia irlandesa; en las elecciones
generales celebradas en Gran Bretaña en 1918, los republicanos consiguieron una
amplia mayoría de los escaños irlandeses. Bajo el liderato de Eamon de Valera,
héroe que sobrevivió a la revuelta de 1916, los nacionalistas declararon la
independencia de Irlanda y formaron el Dáil Eireann (la asamblea o cámara baja
irlandesa), lo que provocó la Guerra Angloirlandesa, desde 1919 hasta mediados
de 1921. El Tratado de la Partición, firmado en 1921, reconocía la independencia
de 26 condados irlandeses y le concedía a seis condados del Ulster, la mayoría
protestantes, la opción de escoger su destino. En 1948, se declaró finalmente la
república en el sur de Irlanda, y en 1949 el país abandonaba la Commonwealth.
En 1921 se constituyó también el Parlamento de Irlanda del Norte, con James
Craig como primer ministro. Sin embargo, su política se fue dividiendo cada vez
más por asuntos religiosos, y los católicos sufrieron una gran discriminación en
política, vivienda, empleo y bienestar social. La inestabilidad en el norte
comenzó a mostrarse más claramente durante la década de 1960. La dispersión
violenta en 1968 por parte de la policía de una marcha pacífica a favor de los
derechos humanos desató el conflicto. En agosto de 1969, las tropas británicas
fueron enviadas a Derry y Belfast y, aunque al principio fueron bien recibidas
por los católicos, pronto quedó de manifiesto que estaban al servicio de la
mayoría protestante. Las medidas pacíficas claramente habían fallado, y el
Ejército Republicano Irlandés (IRA), que había luchado contra los británicos
durante la Guerra Angloirlandesa, resurgió. La agitación estuvo salpicada por
matanzas en ambos lados que parecía no iban a acabar nunca, por una serie de
siglas que cambiaban cada dos por tres, por la ejecución de civiles a manos de
soldados, por el encarcelamiento sin juicio de simpatizantes del IRA, por la
muerte por huelga de hambre de los encarcelados y por la implantación del
terrorismo en Gran Bretaña. Irlanda del Norte perdió su independencia
parlamentaria y, desde entonces, ha estado gobernada desde Londres.
El Acuerdo Angloirlandés de 1985 otorgaba por primera vez al gobierno de Dublín
un papel consultivo oficial en los asuntos de Irlanda del Norte. El alto el
fuego de 1994 fue recibido con gran júbilo, pero pronto se vio minado por más
muertes, por la reaparición del terrorismo en Gran Bretaña y por la clara
intransigencia del gobierno británico durante la reunión mantenida en Whitehall.
En 1997, con la elección de Tony Blair como primer ministro británico con el
apoyo de una amplia mayoría laborista, los ánimos volvieron a cambiar. Las dos
partes hicieron balance de las discusiones y en 1998 formularon un acuerdo de
paz, que ofrecía cierto grado de autogobierno a Irlanda del Norte, y crearon un
Consejo Ministerial Norte-Sur con capacidad para gestionar la política irlandesa
si así lo acordaban los gobiernos de Belfast y Dublín. Como parte del acuerdo de
paz, que fue apoyado mediante referéndum, el sur abandonaba su demanda
constitucional sobre el norte. Con todo esto, parece que la paz está cada vez
más cerca.
A finales de la década de 1990, la economía de la República vivía un gran auge,
principalmente gracias a una inyección de los fondos de inversión de la UE, que
ayudaron a renovar la infraestructura del país. Puede decirse que Irlanda saltó
directamente de una economía basada en la agricultura a una economía
postindustrial, debido principalmente al establecimiento de grandes compañías de
telecomunicaciones e informática en el país, lo que dió lugar a muchos puestos
de trabajo y a grandes inversiones. La tradición migratoria de más de siglo y
medio de duración se redució e incluso detuvo. De todas formas el boom ha
cesado, el paro vuelve a aumentar y el precio de la vivienda está muy elevado. A
pesar de todo, Irlanda sabe llevar las cosas con humor y gracia.
Viaje inolvidable!!
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